Sin duda el padre de las Auroras es el sol, cuyo viento solar formado por iones (partículas con carga positiva) fuertemente cargados, interacciona con la magnetosfera terrestre (esta se sitúa en la exosfera, la parte más externa de la atmósfera). Dicha interacción empieza a producirse a 60.000Km en dirección Tierra-Sol en la zona llamada magnetopausa, donde las partículas cargadas del viento solar se van frenando y desviando hacia los polos terrestres, donde pueden llegar a penetrar en la ionosfera (que esta debajo de la magnetosfera). En dicha ionosfera, que es la parte de la atmósfera ionizada por la fotoionización de la radiación solar, las interacciones magnéticas generan una luz difusa compuesta por protones que difunden el calor del viento solar.
Claro todo esto es visto desde el punto de vista científico, pero no debemos olvidar que siempre hay otro u otros puntos de vista, y hay es donde entra el folklore. Dentro de este las luces del norte tienen tantas explicaciones como culturas las ven. Para los antiguos indígenas que poblaban Alaska, la Aurora Boreal, son niños sin nacer que juegan en el cielo. Mientras que para los Lapones, que la llaman "revontulet" (fuegos del zorro), la Aurora la forma la cola de un zorro ártico de su mitología, que persigue a su presa en la soledad del vacío.
Sin embargo la fortuna no solo sonríe a aquellos que viven por encima de los 60º de latitud, que es desde donde se puede hacer visible dicho fenómeno. Sino que todos debemos sentiros afortunados, ya que si no fuera por la magnetosfera ni por la ionosfera, que detienen al viento solar, nuestro planeta sería un árido páramo, parecido a Marte, ya que las partículas energéticas del viento solar permitirían la disociación de los átomos de Hidrógeno y oxígeno, siendo esta una de las teorías existentes acerca de la desaparición del agua del antiguo Marte. Pero no todo son ventajas, ya que el fuerte magnetismo que despiden las Auroras generan toda clase de interferencias en toda clase de aparatos electrónicos.
Aurora la diosa Romana del amanecer da nombre al Boreas (viento en griego antiguo) que ilumina nuestros polos dando un matiz de color a la fría cromática blanca del austero invierno polar.