Anne Frank llego a Ámsterdam huyendo de un país que la perseguía solo por su condición de judía en una época en la que nadie estaba seguro si vería el día siguiente, amenazados por el yugo no solo de la intolerancia racial, sino por la indeferencia que las balas y bombas hacen de niños, mujeres y hombres. Época cruel que solo los más valientes soportan con cordura. Épocas que nos dejan grandes legados y lecciones para el futuro, los cuales muy a menudo decidimos ignorar.
Anne lego a Ámsterdam junto con su padre, madre y hermana, buscando libertad y la posibilidad de un futuro, Ambos se apagaron con la ocupación alemana de Holanda. Perseguidos de nuevo, pronto recibieron ayuda de algunos amigos y se escondieron, junto con otras 4 personas, en una trastienda, donde se les habilito un escondite al cual se accedía por un agujero en la pared que era tapado por una estantería. Solo algunos días antes de la reclusión el padre de Anne le regalo a esta un cuaderno (una especie de libro de autógrafos) que más tarde y durante su reclusión Anne usaría como diario. Sus vivencias, sus sentimientos, su primer amor (un joven que también se hallaba en el escondite), sus frustraciones y temores se vieron reflejados en ese diario. Su confesor de blancas páginas, su mejor amigo/a su puño y letra así durante más dos años.
¿Fue todo en vano? Vivir en cautividad para acabar cautivo. ¿Pospusieron el cautiverio o lo alargaron? Supongo que solo ellos lo saben. Lo único que sabemos es que en su ultima entrada, el 1 de agosto de 1944 Anne no solo cuneta sus ganas vivir sino lo dura de su vida en ese cautiverio y como ellos afecta a su carácter. El 4 de agosto fueron denunciados por un confidente holandés y la familia se separo, Anne y su hermana partieron hacia el campo de concentración de Auschwitz en Polonia para ser mas tarde trasladadas a Bergen-Belsen (Alemania), donde murió con tan solo 15 años de edad, a causa de una fiebre tifoidea en marzo de 1945, solo unos días antes de que el campo fuera liberado por las tropas aladas.
El único superviviente de los que habitaban ese oscuro escondite situado junto a un canal de Ámsterdam fue Otto Heinricht Frank, padre Anne, el cual consiguió a través de un amigo el diario de la pequeña. Años más tarde el diario fue publicado y ha sido traducido a 55 idiomas diferentes.
Anne solo fue una victima más de los 110.000 judíos Holandeses deportados a campos de concentración en Polonia, Alemania y Austria. Una lastima que solo alrededor 5000 sobrevivieran y otra lastima que Anne no estuviera entre ellos. De ella solo nos queda una pequeña estatua en Ámsterdam y lo que es más importante, su verdadero legado, su diario, un lloro por la libertad y la persecución de una perseguida por una esperanza que nunca llego y que se marchito bajo la sombra de la ya agonizante esvástica, a la cual a aquellas alturas solo algunos locos creían salvable.